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personaje, de esta escritora, de esta
obra, si pudieses incluso nombrar
algunas lecturas, experiencias que
lo componen, ¿cuáles serían?
T- Yo creo que lo componen
absolutamente todas las lecturas que
hice desde que tengo la posibilidad de
leer, hasta el último libro que leí, hasta
la última función, ni siquiera desde la
primera y ni siquiera desde que termi-
né de escribir, porque de hecho fue
mutando. Nunca una función fue igual
a otra, siempre saco algo, agrego algo,
dije algo distinto. Si bien hay un texto
como base, digamos, que también está
escrito desde mis atravesamientos,
desde mis modos de pensar, de sentir,
de hacer, sigo siendo atravesada por
un montón de discursos con los que
comulgo y estoy de acuerdo, y los que
me parece que son modos más ama-
bles, en el doble sentido de la palabra,
de pensar, hacer o sentir, y mismo jus-
tamente, desde los que combato. Co-
mo habla justamente Guattari en La
Transversalidad, no se puede sólo a-
nalizar dentro de las cuatro paredes de
un consultorio, sino que también hay
un atravesamientos social, de condijo-
nes de época, un montón de cues-
tiones que no hacen que el “mambo”
sea personal, es de todos, lo vivo yo,
lo paso por mi cuerpo y tiene estas for-
mas de ser dicho, de ser presentado. A
nivel de qué atravesamientos o qué
lecturas, pienso que son todas. Si ten-
go un gran amor por Deleuze y Gua-
ttari, tiene que ver con todo, con mi
formación como psicóloga, como psi-
codramatista, con mis grupos de estu-
dio sobre filosofía, con mis terapias,
con leer El Principito, con leer a Ale-
jandra Pizarkik, tiene que ver con todo,
es como la complejidad de una singu-
laridad puesta en escena, que cuenta
varias versiones en una versión, que
sería la obra.
E- Y en relación con los atra-
vesamientos de la época, vos nom-
brabas al Capitalismo, ¿cómo se
juegan en la obra en este perso-
naje?
T- El sistema capitalista es un
sistema rizomático, que vos no sabes
ni dónde empieza, ni dónde termina, ni
cómo se va transformando, pero se
transforma y nos atraviesa y se inserta
y se injerta en nosotros. Me parece
que muchas construcciones sociales
de consumo tienen que ver con lo que
le pasa a los cuerpos; entonces, cómo
se viste, cómo se come, cómo se
muestra, cómo se coge, cómo todo. Di-
go, ¿cómo consumimos? Porque con-
sumimos a los cuerpos también. ¿Y
qué le pasa a un cuerpo que se siente
consumido y tiene consciencia de que
está siendo consumido a nivel social?,
que va a un local de ropa y se compra
una remera pero no le entra, pero ¿por
qué no le entra?, ¿porque es un
cuerpo gordo o deforme o porque la
sociedad implica y dice que los consu-
mismos están permitidos y avalados
sólo para gente que tiene este cuerpo?
¿Y si no lo tenés?, tenés que hacer un
montón de esfuerzos para adaptarte a
la forma social de cómo deberían ser
los cuerpos. Y eso también consumi-
mos, modelos, cuerpos, imágenes, ro-
pa, belleza, todo standard. ¿Y lo dife-
rente? Ahí tomo a Ana María Fernán-
dez en esto de la igualación de las di-
ferencias, ¿igualar qué? Trabajemos
desde las diferencias. Me parece que
la obra también es un planteo crítico a
eso, porque muchas veces quien pa-
dece -porque todos padecemos de un
modo u otro al capitalismo- quien lo
padece desde el cuerpo, desde las
estéticas, desde los modos de pensar,
de sentir, hasta de amar, porque ama-
mos de modo compulsivo y capitalista
también, y cuando no, entonces uno se
siente rechazado y no sabe bien cómo
adaptarse a esos modos. ¿Qué pasa
cuando uno puede ver que no es un